Nuestra tarde en Mos no había sido la mejor, cierta apatía se respiraba en el ambiente; quizás influidos por la ya comentada poco atractiva etapa y por las pocas posibilidades que ofrecía el pueblo y quizás también, en éste albergue, se había dividido el grupo y no teníamos certeza de volver a ver a nuestros amigos que habían seguido hasta Rendondela.
Comenzamos la etapa antes del amanecer y caminando solos. Cuando llegamos a Rendondela, el albergue ya estaba libre de peregrinos y seguimos con la incertidumbre de si volveríamos a ver a Gervasio, Paolo, Lorenza y Luisa.
Según avanzaba la marcha, iba creciendo el ánimo pues el camino iba mejorando en lo referente a paisaje y lo que es muy importante, detalles como el que, por primera vez, hubiese papeleras lo hacía más atractivo; una pena que ésta iniciativa no estuviese generalizada.
Las primeras impresiones de que el camino de hoy nos parecía más bonito no tardaron en confirmarse. Nos topamos con unos mensajes reivindicativos que nos recordaron al movimiento "Indignados"; a todo ésto, comentar que encontramos más peregrinos que nunca.
Como anécdota del día, entablamos coversación con dos peregrinas (una de Madrid y otra de La Habana) amigas entre sí y que nos trataron nada menos que de novatos por ir tan cargados de equipaje en nuestra aventura. Gracias a nosotros no se perdieron en dos ocasiones y una vez en Pontevedra supimos por el hijo de una de ellas (bendita casualidad!) de que se habían perdido y no sabían una de la otra; como es posible?. No me imagino a Nacho y a mi perdidos y cada uno por su lado.
Cuando llegamos a Pontevedra, el susto fue mayúsculo al ver la cola de peregrinos solicitando albergue, aminorado por el reencuentro con Gervasio y nuestros amigos italianos, los cuales habían estado preocupados al no saber nada de nosotros desde Tui. Nos comentaron que estuvieron buscándonos por Rendondela y alrededores en taxi.
Completo el albergue por el avalancha de peregrinos, nos alojaron en un polideportivo. A la pregunta de Nacho de a que distancia estaba el polideportivo, la respuesta fue contundente: Depende de lo rápido que camine, pero aprox. 2,5 km.
Una vez alojados y duchados emprendimos la búsqueda de donde comer y la visita de rigor a la ciudad que nos estaba acogiendo.
Éste primer contacto con la ciudad fue extraordinario. La luz, el clima, el ambiente... no tenía nada que ver con la apatía que se apoderó de nosotros en Mos.
Una vez reunido el grupo, probamos la tarta típica de Pontevedra que generó unanimidad: ¡muy buena!, y posterior cena con la incorporación de una hermosa Holandesa (actriz, cantante y enamorada de España).
Un diez para la velada. El optimismo volvía a reinar. Una vez de vuelta al albergue, el segundo susto del día, 120 personas tiradas por el suelo con la consiguiente algarabía que ésto ocasionaba. En un momento de estrés y al ver que avanzaba la hora de descanso me dirigí a los peregrinos, voz en grito, pidiendo silencio ya que los albergues son para descansar. El pabellón enmudeció y cruel destino... antes de un minuto... mi teléfono comenzó a sonar rompiendo de nuevo la calma.
Comenzamos la etapa antes del amanecer y caminando solos. Cuando llegamos a Rendondela, el albergue ya estaba libre de peregrinos y seguimos con la incertidumbre de si volveríamos a ver a Gervasio, Paolo, Lorenza y Luisa.
Según avanzaba la marcha, iba creciendo el ánimo pues el camino iba mejorando en lo referente a paisaje y lo que es muy importante, detalles como el que, por primera vez, hubiese papeleras lo hacía más atractivo; una pena que ésta iniciativa no estuviese generalizada.
Las primeras impresiones de que el camino de hoy nos parecía más bonito no tardaron en confirmarse. Nos topamos con unos mensajes reivindicativos que nos recordaron al movimiento "Indignados"; a todo ésto, comentar que encontramos más peregrinos que nunca.
Como anécdota del día, entablamos coversación con dos peregrinas (una de Madrid y otra de La Habana) amigas entre sí y que nos trataron nada menos que de novatos por ir tan cargados de equipaje en nuestra aventura. Gracias a nosotros no se perdieron en dos ocasiones y una vez en Pontevedra supimos por el hijo de una de ellas (bendita casualidad!) de que se habían perdido y no sabían una de la otra; como es posible?. No me imagino a Nacho y a mi perdidos y cada uno por su lado.
Cuando llegamos a Pontevedra, el susto fue mayúsculo al ver la cola de peregrinos solicitando albergue, aminorado por el reencuentro con Gervasio y nuestros amigos italianos, los cuales habían estado preocupados al no saber nada de nosotros desde Tui. Nos comentaron que estuvieron buscándonos por Rendondela y alrededores en taxi.
Completo el albergue por el avalancha de peregrinos, nos alojaron en un polideportivo. A la pregunta de Nacho de a que distancia estaba el polideportivo, la respuesta fue contundente: Depende de lo rápido que camine, pero aprox. 2,5 km.
Una vez alojados y duchados emprendimos la búsqueda de donde comer y la visita de rigor a la ciudad que nos estaba acogiendo.
Éste primer contacto con la ciudad fue extraordinario. La luz, el clima, el ambiente... no tenía nada que ver con la apatía que se apoderó de nosotros en Mos.
Una vez reunido el grupo, probamos la tarta típica de Pontevedra que generó unanimidad: ¡muy buena!, y posterior cena con la incorporación de una hermosa Holandesa (actriz, cantante y enamorada de España).
Un diez para la velada. El optimismo volvía a reinar. Una vez de vuelta al albergue, el segundo susto del día, 120 personas tiradas por el suelo con la consiguiente algarabía que ésto ocasionaba. En un momento de estrés y al ver que avanzaba la hora de descanso me dirigí a los peregrinos, voz en grito, pidiendo silencio ya que los albergues son para descansar. El pabellón enmudeció y cruel destino... antes de un minuto... mi teléfono comenzó a sonar rompiendo de nuevo la calma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario