Vista la masificación en el polideportivo, nos decidimos a iniciar la etapa del día a primerísima hora, cuatro de la mañana para no volver a sufrir la misma situación en el siguiente albergue. Habíamos dejado las mochilas preparadas para no molestar a nadie con nuestra huída prematura. Todo se hizo con cuidadoso sigilo, roto por la sonora ventosidad de una señora portuguesa (según Roberto) que nos hizo salir con pies en polvorosa y terminar de calzarnos en la calle.
Con lo que no contaba Nacho es que al estar situado el polideportivo a las afueras de la ciudad, enseguida nos vimos atravesando un frondoso bosque con muy poca visibilidad; lo cual, no era muy del agrado de Nacho que quería sentarse y esperar a que amaneciese. Yo era poseedor de una linterna, pero mi lado sádico estaba siendo alimentado por los temores de Nacho a la ruta en la oscuridad. Una vez que le tomé un poco el pelo, decidí regalarle con la compañía de la linterna.
No amaneció hasta las 7 de la mañana, lo cual significó 3 horas de etapa sin apenas luz. Al final, lo que parecía que iba a ser un mal trago se convirtió en una experiencia nueva y plenamente satisfactoria. Nacho por fin pudo amortizar el haber cargado durante 9 días con un chaleco reflectante (hombre prevenido vale por dos).
Cuando por fin amaneció, nos topamos con el punto kilométrico que nos indicaba que estabamos a tan solo 50 kms. de Santiago. La cara de satisfacción lo dice todo.
Referente a la etapa, debido al madrugón, la estabamos haciendo en la más completa soledad hasta que nos alcanzó un peregrino portugués llamado Joao que nos acompañó hasta la puerta del albergue en Caldas de Rei.
En este breve trayecto descubrimos que Joao, natural de Ponte de Lima y veterano de estas lides, iba a ser uno de esos compañeros de ruta que nunca vamos a olvidar.
Ni que decir tiene, que fuimos los primeros en llegar al albergue.
Caldas de Rei es famoso por sus aguas termales, las cuales no dudamos en probar mientras esperábamos que nos abrieran el albergue.
Después de la comida, pote gallego y lubina al horno, decidimos ir por la tarde a tomar unos baños termales en el balneario de la localidad. Para nuestro asombro, no nos quisieron atender.
Como no podía ser de otra forma, cena conjunta bajo la lluvia y con la compañía de dos militares madrileños a cada cual más simpático (David 1 y David 2).
Con lo que no contaba Nacho es que al estar situado el polideportivo a las afueras de la ciudad, enseguida nos vimos atravesando un frondoso bosque con muy poca visibilidad; lo cual, no era muy del agrado de Nacho que quería sentarse y esperar a que amaneciese. Yo era poseedor de una linterna, pero mi lado sádico estaba siendo alimentado por los temores de Nacho a la ruta en la oscuridad. Una vez que le tomé un poco el pelo, decidí regalarle con la compañía de la linterna.
No amaneció hasta las 7 de la mañana, lo cual significó 3 horas de etapa sin apenas luz. Al final, lo que parecía que iba a ser un mal trago se convirtió en una experiencia nueva y plenamente satisfactoria. Nacho por fin pudo amortizar el haber cargado durante 9 días con un chaleco reflectante (hombre prevenido vale por dos).
Cuando por fin amaneció, nos topamos con el punto kilométrico que nos indicaba que estabamos a tan solo 50 kms. de Santiago. La cara de satisfacción lo dice todo.
Referente a la etapa, debido al madrugón, la estabamos haciendo en la más completa soledad hasta que nos alcanzó un peregrino portugués llamado Joao que nos acompañó hasta la puerta del albergue en Caldas de Rei.
En este breve trayecto descubrimos que Joao, natural de Ponte de Lima y veterano de estas lides, iba a ser uno de esos compañeros de ruta que nunca vamos a olvidar.
Ni que decir tiene, que fuimos los primeros en llegar al albergue.
Caldas de Rei es famoso por sus aguas termales, las cuales no dudamos en probar mientras esperábamos que nos abrieran el albergue.
Después de la comida, pote gallego y lubina al horno, decidimos ir por la tarde a tomar unos baños termales en el balneario de la localidad. Para nuestro asombro, no nos quisieron atender.
Como no podía ser de otra forma, cena conjunta bajo la lluvia y con la compañía de dos militares madrileños a cada cual más simpático (David 1 y David 2).
No hay comentarios:
Publicar un comentario